lunes, 8 de abril de 2013

Un sueño hecho realidad

Siempre he sido una soñadora. Me encanta evadirme de la realidad. Cuando era pequeña recuerdo que cogía las carpetas que le regalaban a mi padre cuando iba a reuniones de trabajo y anotaba toda una lista imaginaria de nombres de niños que se iban a convertir en mis alumnos. Recuerdo cómo ponía palitos a algunos que " faltaban " y cómo le ponía el símbolo de más a otros que se ganaban los positivos. No se me olvida cómo le cogía las gafas a mi abuela y me las ponía en la punta de la nariz para meterme en el papel de maestra de la manera que más me gustaba. Me acuerdo cómo, cuando pasaron los años conseguí tener mi pizarra verde, tamaño A4, pero, me era suficiente para volar mi imaginación y pasarme horas y horas y horas jugando. Es cierto, lo hemos hecho todos. De pequeños todos hemos sido amas de casa, médicos, peluqueros y maestros.

Pero, yo me acuerdo cómo, con 14 años me gustaba irme a la universidad de mi padre, mientras él trabajaba,yo me subía a las aulas y allí me ponía a soñar y a imaginarme esa clase llena de alumnos a los que tenía que enseñar. A veces mi propio repaso de estudio servía para expresarlo en voz alta como si lo estuviera explicando a toda una clase. Siempre, yo era la maestra. Aún así, cuando llegó el momento de mi decisión, no tuve la vocación suficiente para serlo, pero, una vez que tuve que meterme en la carrera de magisterio taxativamente, supe que la docencia era el mundo mágico que me hacía volver a soñar.

Hoy, con 24 años de edad, he realizado mi primer trabajo. Sólo ha durado un día, pero el suficiente para hacerme ver hasta dónde puede llegar la felicidad. De pequeña soñaba ser maestra, de adolescente soñaba con verme dando clases y, hoy por hoy, soñaba con transmitir y llegar a mis alumnos. Hoy, se me ha hecho un sueño realidad. No ha durado ni seis horas pero, ha alcanzado el mundo de los sueños. A primera hora estaba hecha un flan. Soy una persona insegura y fácil de sonrojar, sabía que eso jugaba en mi contra, pero es que, por suerte o por desgracia, yo no pude realizar mis verdaderas prácticas de mi especialidad y sabía que, iba a ser completamente diferente. Eso y, no saber qué tenía que dar me han hecho morirme de miedo. Miedo que se ha ido suavizando poco a poco, cuando he ido viendo esas caritas tan diversas entrando a clases, cuando, he ido viendo cómo alguno te saludaba, otro te hablaba y disfrutas de la inocencia de todo niño. Me encantan, no lo puedo evitar.

Cuando me he sentado en la sala de profesores me he sentido extraña, todos se presentaban y todos han empezado a criticar, algunos con cosas de su casa,y, otros, con cosas del colegio. No me podía creer que estaba sentada como maestra en la sala de profesores y no estaba en el pasillo como los demás. El primer contacto con los niños ha sido indescriptibles. Se me ha quedado grabada la cara de Miriam, que lo primero que me ha preguntado ha sido : ¿ Tú eres nuestra nueva seño?, ¿ Seño?, ¿me estaban diciendo seño? emocionante. El hecho de verte sentada en la mesa del maestro ha sido alucinante. Muchos nervios con mi presentación y mucho flipar viéndome ahí, en esa mesa que tantas veces había jugado a ejercer mi profesión. Qué fuerte. Intentaba no sonreír, pero era imposible. A pesar de no haberme dado opción a prepararme una clase he de admitir que he podido salir del paso sin demasiadas complicaciones. Me resultaba fácil todo el vocabulario y me encantaba volver a pronunciar el inglés. Ya se me empezaron a quedar más caras grabadas, pero no pude memorizar a penas más de 3 nombres. La primera media hora te das cuenta cómo se cumple todo el reglamento : el chico que atiende, la chica que se queda embobada, los chicos que molestan, los que no se cortan ni un pelo, los que te intentan incordiar y los que destacan. No falla. La segunda media hora te sirve de asimilación, ya pierdes el miedo total y ya te vas familiarizando con lo que estás diciendo. Qué fuerte, muy fuerte.

Me ha tocado enseñar a chicos de quinto y sexto, muchos más tranquilos los de quinto, pero, qué bonito ha sido. Cuando me daba cuenta que quedaban cinco minutos para salir, no quería conocer a otros grupos, ya les había cogido cariño a esos. Sabía que no los podía volver a ver. Pero, después, conoces al siguiente grupo y vuelves a enamorarte, y así, un sin fin de emociones preciosas.

Bendito día en el que me metí sin ganas en esta carrera. Bendito día el que conocí a Don Juan Lara y me enseñó a enseñar. Bendito día, porque hoy, me he podido sentir la persona más feliz del mundo durante esa jornada de mañana. Ojalá y pudiera pasarme la vida así. Pero, las cosas no están fáciles.

No me lo tomo como un trabajo, aunque me hayan pagado, pero, me llevo la mejor experiencia de mi vida. En tan solo un día, supera a todas las vividas. Me quedo con la piel de gallina mientras explicaba el temario, las caras de los niños, el respeto que me han tenido y, sus súplicas para que me quedase con ellos todo el año. Genial. Muy, muy, muy, genial.


Qué bonito ser maestra.
Qué grande la docencia
Qué maravilla aprender mientras enseñas..


Hoy he sido muy feliz y os deseo la misma felicidad o el triple de la mía para toda la semana.

Un beso.

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